Junto a su esposa, Ana María, Roberto Eugenio Carri fue secuestrado de su hogar en Hurlingham, el 24 de febrero de 1977. Desde un centro clandestino de detención (apodado “Sheraton” o “El Embudo”), en la comisaría de Villa Insuperable, de La Matanza, Carri y su esposa lograron contactarse con sus hijas a través de cartas y algunas llamadas telefónicas. A partir de diciembre de ese año los contactos se interrumpieron.
De brillante y reconocida trayectoria como sociólogo, profesor universitario y colaborador en publicaciones periodísticas como Primera Plana, Extra y La Opinión y agencias como Interpress, Carri representa un claro ejemplo de aquellos intelectuales consustanciados con las luchas de su pueblo.
En 1967 publicó su primer libro, Sindicatos y poder en la Argentina, prologado por Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña, a los que seguirán Isidro Velázquez. Formas prerrevolucionarias de la violencia (1968, 2001), Poder imperialista y liberación nacional (1973) y Las luchas del peronismo contra la dependencia.
Eduardo Luis Duhalde, en el posfacio de Isidro Velázquez…, cuenta: “Mi primer recuerdo es la impresión causada por su brillantez intelectual y su bagaje de conocimientos que estaba muy lejos de ser la cuota aprendida en el paso por las aulas universitarias. Al mismo tiempo llamaba la atención que fuera ya en ese entonces portador de un sólido pensamiento crítico y reflexivo ante las doctrinas sociológicas, en particular frente a las corrientes de la sociología norteamericana”.
Fragmento del Prólogo a
Isidro Velázquez,
Formas prerrevolucionarias de la violencia
Desde algo más de un año comencé a preocuparme seriamente en el “caso de Isidro Velázquez”. Era la época del Operativo “Fracaso”, cuando más de 800 policías salieron derrotados en la mayor movilización para darles caza. Velázquez y Gauna eran más populares que nadie en la provincia del Chaco, su fama traspasaba las fronteras provinciales y se hablaba de ellos en todo el norte chaqueño hasta el Paraguay. Las razones de la supervivencia estaban –ya en ese momento no tenía ninguna duda– en el apoyo general de las masas rurales.
La muerte de ambos, el 1º de diciembre de 1967, es el cierre aparente de un proceso, pero su leyenda sigue extendiéndose en la región y están a punto de convertirse en el símbolo de la rebeldía y el descontento popular. No es casual la reciente prohibición del chamamé de Oscar Valles “El último sapucay”, que cantaba el dolor del pueblo frente a su muerte. Es que para la oligarquía lugareña y para sus servidores, la fecha en la que Velázquez y Gauna mueren físicamente se debe convertir en una festividad oficial. Como en tantas otras oportunidades, algunas muy recientes, la oligarquía festeja y homenajea los aniversarios de la entrega del país, de sus entregadores y también las derrotas y las fechas que componen el luto del pueblo argentino.
Una pequeña investigación sobre el terreno, conversaciones con pobladores del lugar, lectura de diarios y otras publicaciones periódicas que se ocuparon del caso, intercambio de correspondencia con amigos que viven por la zona, componen la base “empírica” de este trabajo. Evidentemente, el material utilizado puede ser cuestionado por los investigadores serios, pero no tengo ningún inconveniente en declarar que eso me importa muy poco. Lo real en este problema no es siempre lo que Velázquez y Gauna hicieron durante el largo período de sus andanzas por el monte, sino aquello que la inmensa mayoría entendía que significaba Velázquez para ellos. Por otra parte, hechos recientes confirman la evidencia de que la policía atribuyó en repetidas oportunidades a Velázquez y a Gauna hechos delictivos, sin ningún sentido social, que no podía resolver. Para la policía, Velázquez sirvió de chivo emisario: un delito sin resolver, hay que echar la culpa a alguien, Velázquez lo hizo.
Finalmente, en repetidas oportunidades se me hizo llegar material “secreto” del proceso a Velázquez que confirma la mayoría de las conclusiones empíricas de este trabajo. La conformación de las conclusiones políticas ya llegará el tiempo de hacerla.
Como es obvio, la coincidencia en la fecha de aparición de este libro y el primer aniversario de la muerte de Isidro Velázquez y Vicente Gauna no es casual. Se sacrificaron posiblemente algunos refinamientos formales para que coincida con los festejos del “Día de la Policía de la Provincia del Chaco”.
En general este trabajo está orientado hacia el planteamiento de un problema poco estudiado de la política nacional: las rebeliones espontáneas de sectores del pueblo, formas violentas de protesta que no adoptan manifiestamente un contenido político pero que indudablemente lo tienen. El subtítulo del libro tiene muchas pretensiones, Formas prerrevolucionarias de la violencia, en él se resume el problema que comienzo a tratar en este pequeño trabajo. La proximidad del “caso” Velázquez, la repercusión actual de su nombre en el norte argentino le confiere una importancia especial, y con ese espíritu es que he tratado el estudio de los sucesos en que él y el pueblo chaqueño fueron protagonistas.
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