Esta es la niña solitaria. Sobre el verde pasto, con el verde de las plantas y el verde de los árboles encima, la niña duerme. En su letargo amniótico, la niña rompe espejos en el agua, habla idiomas ya olvidados, amordazados o vírgenes. Cada vez que la niña sueña, un verbo nace.
¿Adónde vamos cuando estamos dormidos?
Ese pedazo de polvo que antes insistimos en guardar en los bolsillos, ahora nos pesa en las piernas, nos deja poco espacio entre las lenguas que ya no dominamos.
La niña sabe algo demás. Tiene un libro rojo, de epígrafes rojos, de finales rojos, de una sola página, de un solo relato, de una sola palabra. Sólo eso basta para la niña. Y aunque sólo pueda callar, no hay otra cosa que quiera decir más que la verdad.
¿Cuánto falta para dejar de hablarnos con rezos y caprichosas muecas?
Otra vez lo simple se nos va perdiendo en el núcleo mismo de esa complejidad que nos abraza. Adentro de nuestra espesura están las manos que nos hamaca la memoria. Acaso seamos la misma niña aleatoria que nos castiga las gargantas cuando queremos hablar.
Esta es la niña solitaria sobre un campo solitario de verdes vivos solitarios, ahogando vestidos y sombreros raros, salvando profecías y herencias, malversaciones y dibujos huérfanos, nombres propios y otras maravillas. Cada vez que la niña llora, un árbol nace.
Del otro lado, la niña está vestida de blanco. Escribe con tinta de girasol blanco – en un cuaderno blanco de cubiertas blancas de una sola página – una sola palabra. Sólo eso basta para la niña.
Suena un cuerno y se abren los brotes de una nueva jaula. La niña se desnuda en el más insoportable absurdo de una playa cualquiera. Ya no duerme ni está despierta. Ha llegado al lugar al que nadie nunca llega. Vienen los fieles y otras falsas criaturas a mojarse de espuma los ojos. Ahora sí podrá la niña remover el suelo de las manchas de arena. Ahora sí descubrirá por dentro el cuerpo y por fuera el grito. Será un retrato, un viaje curvo, un todo completo desenterrado, un trazo, un animal en celo, un cuento. Algo, en vez de nada.
Vanesa Alamada Noguerón
PH “Joven Dormida” – Picasso
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