Discurso de Ricardo Piglia, leído por su nieta.
Estimados amigos,
Siento no estar con ustedes esta noche, estoy un poco embromado, tengo dificultades para movilizarme, lo cual no ha hecho más que agudizar mi tendencia a no salir de casa, por eso he pedido a mi nieta Sasha Pedersen que me represente ante ustedes.
Me siento muy honrado por este reconocimiento y sobre todo porque está asociado al nombre de Domingo Faustino Sarmiento. Como sabemos, hay muchos Sarmiento: está el senador y el educador, y el presidente de la Nación. Pero en mi caso es el escritor el que me interesa. Es uno de los más grandes escritores de estas provincias (quizás el más grande). Tiene una capacidad verbal única y una eficacia retórica inigualable. La calidad literaria de Sarmiento fue reconocida primero por sus enemigos. Una anécdota contada varias veces por el propio Sarmiento condensa la historia de esa recepción. Juan Manuel de Rosas, a quien le han enviado servilmente un ejemplar del Facundo, le dice a sus colaboradores: “Así se ataca, a ver si alguno de ustedes es capaz de de defenderme del mismo modo.
La lectura enemiga es la que mejor percibe la eficacia estilística, los pensadores nacionalistas desmontaron el andamiaje formal de Facundo e indagaron las razones de su potencia discursiva. Los ensayistas de la tradición liberal, en cambio, exaltaban el contenido del libro y convirtieron la oposición civilización-barbarie en una máquina de guerra que podía ser usada en cualquier coyuntura del país.
Facundo es un caso claro (el más claro diría en toda la literatura argentina) de un texto escrito con una finalidad práctica y extraliteraria que ha ido ganando espacio en la literatura hasta convertirse en un clásico. Los procedimientos de construcción se han hecho más nítidos y se han subordinado a los contenidos políticos y a las declaraciones ideológicas. Por una paradoja que es típica de la historia de la literatura, este escritor para escritores, y el Facundo, es ya un laboratorio de formas, registros verbales y de resoluciones narrativas.
La lectura enemiga es una categoría clave en la historia del desplazamiento del Facundo de la política a la literatura porque siempre lee otra cosa: no la verdad de la obra de Sarmiento sino sus procesos de encubrimiento y ficcionalización. Leer en contra de sus “verdades” históricas supone de entrada analizar las razones retóricas de su eficacia. Porque si la escritura de Sarmiento trascendió la coyuntura política y la función práctica fue, antes que nada, por su “extravagancia” formal. Más allá de los usos a los que fue sometido (escolar, histórico, académico, político, pedagógico), ha persistido siempre en la escritura de Sarmiento un exceso formal que resistió la normalización. Los escritores argentinos, desde Saer hasta Walsh, estamos en esa tradición que combina responsabilidad social y voluntad de experimentación narrativa, por eso agradezco una vez más esta distinción que me enorgullece.
Muchas gracias.
Ricardo Piglia
PH Las imágenes de los diarios pertenecen a “327 cuadernos”, el documental de Andrés Di Tella.
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