Jorge Eduardo Pérez Brancatto nació en 1959. Egresado de la Escuela Técnica Ing. Huergo, era estudiante de Literatura en el Profesorado del Colegio Mariano Acosta e integrante del Taller Literario “Horacio Quiroga”. Era un gran lector y analista político. Tenía 20 años cuando fue secuestrado junto a otros integrantes del Taller. Declaración 6159 en la CONADEP.
[Fragmento de una carta]
Escrita a su familia desde Mendoza el 1 de diciembre de 1976,
en la que se refiere a él mismo en tercera persona:
sentado en la mesaescritorioalacenacocinacomedorbibliotecasaladeestar que se construyó se arma un cigarrillo grueso como un papel de viña con el papel y el tabaco que se compró en el almacén y se pone a fumarlo voluptuosamente, con sus rulos al aire y las botas puestas, solo, como un Robinson Crusoe siglo XX, o su hermano, que es igual. Pensando en vaya dios, si es que existe, a saber qué. De pronto se ríe solo, con una risa extraña, carcajada esporádica tal vez. O su rostro adquiere una rigidez granítica. O pone una cara medio triste. O le brillan los ojos, tal vez en recuerdos de ausencias que sólo ahora siente. O imagina pasados que no fueron y se pone melancólico. O mira su interior y su cara (sólo a veces) denota el asco con que se mira a los traidores, tal vez lo peor de la humanidad, como dice él. Y, según me contó, piensa a veces en los desamparados, los hambreados, los vitaminizados, los psicoanalizados, los descamisados, los perfumados, los gauchos, los entalcados, los explotados, los coimeados o los coimeros. Pero su cara no cambia mucho entonces. A veces ríe histéricamente, y es que piensa en los embotados. Otras pone ojos alucinados y la espalda contra la pared y es que piensa en los espectadores. Piensa también algo en la muerte pero más piensa en la vida, que sin la muerte no valdría nada. A veces siente que es realidad, que lo más horrible se aprende en un segundo y lo más hermoso nos cuesta la vida […]
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“Recuerden que la paciencia tiene un límite y que cada
militante popular fusilado es un despertador de conciencias”.
[Frase extraída de un manuscrito de Jorge Pérez Brancatto, sin fecha]
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