I
Todo es mágico para las alquimistas que
abonan la tierra de la misma manera
que arrullan a un niño recién nacido, o cocinan
los alimentos para el guerrero o salen a la lucha
o escriben poemas color naranja,
como ese sol que se escondió un verano
en los altos mares de un naufragio
al que sobreviví
junto con vos.
II
Aquel que sabe de travesías, cruza el viento con la tierna furia
de ese fruto de septiembre
que dormía
con las alas rotas
debajo de mí.
III
Ella decía que habla una torre, la torre
más alta de la ausencia… algo así.
Allí estás
desde tiempos sin memoria.
O no.
Recuerdo la tarde que subiste, tu bufanda
enmarañada y tu
pullóver azul.
Ni siquiera te diste vuelta.
IV
Yo te quería.
No lo puedo creer, pero
yo te quería.
Vagaba por las lluvias tormentosas
de agosto,
por las tórridas veredas de enero,
por los rieles y los cerros,
también por el mar.
Sólo por.
Yo te quería.
Gabriela Bruch
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