Guillermo Oscar Segalli Barsottini nació el 10 de abril de 1953. Era programador de computadoras y estudiaba Arquitectura. Era un militante político y de derechos humanos, simpatizante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Estaba en pareja con María del Socorro Alonso y esperaban un hijo (que perdieron debido a las torturas que sufrió María).
Guillermo fue detenido inicialmente en la calle Lamadrid en La Boca el 11 de agosto de 1976. Gente de la Prefectura lo paró y lo estaban por matar cuando María les gritó y se entregó para salvarle la vida. Los detuvieron a los dos y llamaron a la Comisaría 24 para que los fuera a buscar. De allí los llevaron a Coordinación Federal, donde Guillermo estuvo solamente por 8 días porque intervino la embajada italiana a pedido de los padres. De allí lo trasladaron de nuevo al Departamento de Policía en un lugar que era para los extranjeros. El 26 de agosto lo pusieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). El 11 de septiembre lo trasladaron a la Unidad 2 de Villa Devoto y en octubre de 1976 a la Unidad 9 de La Plata; durante el traslado le hicieron simulacros de fusilamiento y lo golpearon salvajemente. Lo metieron en el “Pabellón de la Muerte” en La Plata.
El 26 de enero de 1978 salió publicada en los diarios la libertad de Guillermo y otros detenidos a disposición del PEN. La familia de Guillermo comenzó a prepararse para su liberación. Lo visitaron el 1° de febrero, como lo hacían todas las semanas, y lo encontraron feliz y esperanzado por la próxima liberación. El 3 de febrero se lo llevaron de la cárcel, junto con Gonzalo Carranza y otro preso. De allí los desaparecieron.
Un señor llamado Lamelsa, que era el jefe de la mesa de entradas, le dijo a la madre de Guillermo que se los habían llevado a Campo de Mayo, algo que no pudieron confirmar. Guillermo continúa desaparecido. El poema que se publica fue escrito por Guillermo a su compañera María del Socorro Alonzo, cuando ambos se encontraban detenidos.
[Poema sin título]
A veces se hace un silencio
tan profundo aquí en mi cuarto que mis latidos retumban
como alguna vieja cuerda
que el lubricante aceitoso
se olvidaron de ponerle
y otras veces de repente
los sonidos se conjugan
en sinfonías de agua
cayendo por las cañerías
“silbidos que canturrean
y lápices picoteando
el papel comunicante”...
Con los rumores sobrantes,
que desprecio por menudos
se tapan los pocos baches
de uno de los más puros
Coros donde la vida
se resiste de porfiada.
Con las uñas
Con los dientes,
o con solo una poesía... mal contada...
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