Jorge Víctor Sznaider nació en 1960. Egresado de la Escuela Técnica Ing. Huergo, era estudiante de Matemáticas en el Profesorado del Colegio Mariano Acosta e integrante del Taller Literario “Horacio Quiroga”. Tenía 19 años cuando fue secuestrado junto a otros integrantes del Taller, el 12 de mayo de 1979.
¡Ay… Flaco…!
“En la vida se gana y se pierde.”
Eduardo
“¿Qué hacés Flaco, cómo estás?”
Te saludo igual que antes, cuando tocaba el timbre de tu casa y vos abrías, me mirabas con una tremenda cara de dormido y me decías:
“¿Qué hacés Pollo? Pasá…” Y yo pasaba.
Pero ahora yo estoy aquí en mi pieza, y vos estarás allá en la tuya quejándote al despertador, diciéndole que no tenés ganas, abriendo los ojos, restregándolos, bostezando, mirando las paredes. Enfrente, justo enfrente tuyo, tenés la puerta que da al patio, y que de noche está cerrada. El patio te gusta porque es tuyo. Son cinco columnas pintadas de lila, la escalera que sube a la terraza, un canario amarillo en su jaula, altísimas parras, el toldo metálico donde cuelga un gancho, un mueble gris con la soda y el vino. También hay una bicicleta oxidada, y están las tablas y los caballetes para la mesa larga de navidad y año nuevo. Dentro de un ratito vas a levantarte y vas a abrir la puerta. Ya sé. Te quedás en la cama para decidirte bien; dormís con los ojos abiertos.
En la pared que tiene la puerta que da al patio está el grandísimo ropero. En el ropero guardás tu estandarte de guerra: la camisa que te rompieron cuando saliste a defender a Vidales, que había salido a defender a su novia, cuando siete muchachos la molestaron en medio del baile que habíamos organizado. Los muchachos, que de prepo entraron sin pagar, se enojaron y te rompieron la camisa y la cabeza. Por la fuerza. Vos te fuiste del salón lloriqueando, que ninguno de nosotros había salido a defenderte.
En otra pared está la ventana que da al jardincito, cerrada por si las moscas (creo que me dijiste que por las moscas). Al lado, tenés con cuatro chinches de tres puntas el póster de Carlos Reutemann ¿Te acordás? Te citamos con Franki, un viernes a las 8 en el San José de Flores. Nosotros llegamos más tarde. Habíamos arreglado encontrarnos antes, en la otra esquina de la plaza, para llegar juntos, darte juntos el regalo y decirte: Flaco, feliz cumpleaños, este es un regalo de Franki y mío. Te emocionaste, no supiste qué decir, no dijiste nada. Entramos al San José buscando una mesa que nos gustase a los tres. Nos sentamos a hablar de mil cosas, las mil mujeres que pasan por esa esquina de Flores un viernes a la noche. Octubre del setenta y seis, me parece que hacía frío. Después se largó a llover y menos mal que el regalo venía envuelto en celofán, porque si no…
En la pared que está tras tu cabeza y da al conventillo apoyan la mesita de luz y las dos camas, una más larga que la otra. Sobre la mesita está el despertador, una fotografía de tu hermano en el servicio militar, una libreta telefónica, la estatuilla de Wolfgang Amadeus Mozart. Arriba, en el medio, cuelgan de un clavo el cuadro de Jesucristo y tres estampitas, una de la Virgen de Luján, la otra de Ceferino Namuncurá… La otra no me acuerdo.
En la pared opuesta está la biblioteca vacía. Nunca leíste un libro. O por lo menos eso le dijiste a nuestra profesora de castellano cuando te preguntó si alguna vez habías leído algo. Eso fue cuando vos te animaste a protestarle la baja nota que te puso en la narración que habías escrito. Pensabas que era una injusticia.
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