Francisco Reynaldo “Paco” Urondo nació en Santa Fe en 1930. Su obra poética comprende los siguientes títulos: Historia antigua (1956), Breves(1959), Lugares (1961), Nombres (1963), Del otro lado (1967), Adolecer (1968) yLarga distancia (antología publicada en Madrid, 1971). Ha publicado también los libros de cuentos Todo eso (1966), Al tacto (1967), Veraneando y Sainete con variaciones (1966, teatro), Veinte años de poesía argentina (ensayo, 1968), Los pasos previos (novela, 1972), y en 1973, La patria fusilada, un libro de entrevistas sobre la masacre de Trelew. Es autor, en colaboración, de los guiones cinematográficos de las películas Pajarito Gómez y Noche terrible, y ha adaptado para la televisión Madame Bovary de Flaubert, Rojo y Negro de Stendhal y Los maïas de Eça de Queiroz. En 1968 fue nombrado director general de Cultura de la provincia de Santa Fe, y en 1973, director del Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Como periodista colaboró en distintos medios del país y del extranjero, entre ellos, Primera Plana, Panorama, Crisis, La Opinión y Noticias. Cayó en combate contra la dictadura militar un día de junio de 1976, a los 46 años de edad. Dejó un libro inédito, Cuentos de batalla, que se perdió en la noche genocida.”
[Del libro Poemas de batalla, Seix Barral, 1998, selección y prólogo de Juan Gelman.]
Muchas gracias
Sirve y me inclino
ante tu palabra, luz de mi pensamiento. Abrirán
las puertas, dejarán entender: los artistas, los
intelectuales, siempre
han sacudido el polvo de la realidad; descubrieron
caminos, emancipaciones
que no siempre
lograron recorrer: era
prematuro en algunos casos, en otros fue distinto
–convengamos–, otras palabras son, bajar
la corredera de la mira, buscar con el guión
y dar justamente sobre algo que puede
moverse; un bulto,
un meneo a menos de cien metros
de tu corazón vulnerable, también enemigo.
La suerte ha dejado aquí de andar
fallando: se encendió la luz y pudo verse el caos, las
flagrancias: esa mano
allí, esta codicia; el miedo y otras mezquindades se pusieron
en evidencia y el amor
no aparecía por ninguna parte. Recompuestos
de la sorpresa, rendidos ante los hechos, nadie
pudo negar que en este país, en este
continente, nos estamos muriendo todos de vergüenza.
Aquí estoy perdiendo amigos, buscando
viejos compañeros de armas, ganándome tardíamente
la vida, queriendo respirar
trozos de esperanzas, bocanadas de aliento; salir
volando para no hacer agua, para
ver toda la tierra y caer en sus brazos.
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