Gleyzer Raymundo

Raymundo Gleyzer, cineasta, guionista y periodista, nació en Buenos Aires el 25 de septiembre de 1941 y fue secuestrado el 27 de mayo de 1976. Trabajó para Canal 13 de Buenos Aires y participó de varios movimientos cinematográficos durante las décadas de los 60 y el 70. Por esos años, estuvo radicado en Estados Unidos largo tiempo. Allí participó y fue premiado en diferentes festivales, como también en Europa y América Latina. Dirigió, entre varias otras obras, Me matan si no trabajo y si trabajo me matan, Los traidores, Ni olvido ni perdón: 1972, la masacre de Trelew, Nuestras Islas Malvinas. Era militante del PRT-ERP. Una de sus principales películas fue México, la revolución congelada, que recibió menciones en Cannes, Berlín y Caracas. Sobre esta obra, Raymundo fue reporteado por varios medios en los primeros años de la década del 70 debido a la prohibición –luego levantada– que sufrió en la Argentina y a la polémica que originó su exhibición.

Entrevista a Raymundo Glayzer en ocasión del estreno de su película México
Diario Mayoría, 12 de mayo de 1973


–¿Cómo sitúa el tipo de cine que hace?

–Como un cine político-ideológico tendiente a esclarecer la ideología de la Revolución Latinoamericana. Es un cine didáctico-político, pero manejado desde la óptica del pueblo mexicano que cuenta su propia historia de luchas y frustraciones, desde la guerrilla zapatista hasta el asesinato de 400 estudiantes.

–¿Cuál es el planteo central de  México, la revolución congelada?

–La película analiza las desastrosas consecuencias de una revolución sin ideología ni vanguardia que la sustente. Con todas sus banderas robadas por el partido de la burguesía –el Partido Revolucionario Institucional, PRI–, heredero por decreto de las consignas revolucionarias de 1910. El film plantea la enajenación a la que es sometido hoy el pueblo mexicano, estando su revolución traicionada. La frase “revolución congelada” la hallamos en los labios de un bracero del Yucatán y define el drama de ese país donde ocurrió una de las grandes revoluciones del siglo y que hoy vive sometido a un partido revolucionario institucionalizado.

–¿Y a qué se debe el que se haya interesado por México?

–Porque el problema es eminentemente latinoamericano. Es el problema de cómo la burguesía nacional termina traicionando al resto del pueblo porque sus intereses son diametralmente opuestos a los de la clase trabajadora y del campesinado. En México existen desarrollo y desarrollismo, pero es un desarrollo desigual. Existen barrios muy bellos e industrias desarrolladas, pero al mismo tiempo existe toda una población en estado paupérrimo que nosotros los argentinos no conocemos. Un ejemplo nos muestra que once millones de mexicanos no conocen la carne, el pescado, la leche o los huevos. Estos son datos oficiales del doctor Zubirán, director nacional de Nutrición en México. La revolución mexicana es solo una formación hueca, tras la cual se oculta un panorama de explotación y de privilegio.

–¿Qué difusión ha tenido la película?

–Se calcula que a México, la revolución congelada la han visto 80 millones de personas. Se la ha dado en casi todo el mundo. En Europa se ha visto por TV por Eurovisión. En México ni siquiera se pidió la autorización oficial, pero se dio entre la población indígena, los campesinos, los trabajadores y los estudiantes.

–¿Y aquí, qué problemas tuvo?

–En octubre de 1971, los funcionarios oficiales, luego de presenciar el filme, lo exhibieron ante el embajador mexicano en nuestro país. Este último solicitó a la Cancillería argentina que lo prohibiese. Las gestiones continuaron hasta culminar con la disposición que levantó la prohibición.

–¿Cómo ve el panorama del cine argentino?

–Hasta ahora no se puede hablar en serio de cine argentino. El único cine válido argentino es La hora de los hornos. Reconozco que hay en ellos una llave que permite abrir un nuevo cine político americano. Los compañeros de Cine Liberación están todavía en una búsqueda del cine y abrieron un camino, por eso tienen un lugar ganado en la historia. De todas maneras, no creo que este sea un momento de plantear diferencias ideológicas con ellos. Este es el momento de pechar todos para adelante en la lucha antidictatorial, antirrepresiva y por el desarrollo de una cultura independiente.

–¿Considera que después del 25 de mayo (de 1973) se abren las posibilidades para nuestro cine?

–El 25 de mayo se va a iniciar un proceso fecundo en la Argentina porque en él va a participar el pueblo. También comienza un proceso de libertad interna porque ya la dictadura estaba asfixiando demasiado. Pero de pronto, la experiencia del congelamiento de la revolución mexicana nos hace decir a nosotros: ¡Que no nos pase lo mismo! Y esto depende concretamente de la movilización del pueblo, para afianzar la derrota de la dictadura militar, para darle el tiro de gracia al “sistema liberal” que es lo más importante, porque en México también se le dio el tiro de gracia a la dictadura de Porfirio Díaz pero las causas de la infelicidad del hombre también hoy subsisten. Por eso entiendo que mi película es vital para el entendimiento de las posibilidades de la revolución en la Argentina, y cuando hablo de revolución, me estoy refiriendo a la liquidación de la sociedad capitalista y la instauración de un sistema socialista que termine con la explotación del hombre por el hombre. Por eso considero que el 25 de mayo se tienen que abrir las posibilidades, no solamente al cine, sino al desarrollo de la Argentina como nación. Una de las primeras presiones debe ser exigirle al gobierno que, así como libera a los presos políticos, libere a la cultura nacional de la censura política.


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