Eduardo Aníbal Serrano Nadra desapareció a los 23 años, el 26 de octubre de 1976. Estaba casado, era poeta y cuentista. Hijo del poeta Manuel Serrano Pérez. Fue secuestrado en la vía pública. No hay testimonio de su paso por un centro clandestino de detención.
[Texto sin título]
Para remontarnos desde ella o para volver hacia ella, la tierra es nuestro único punto de partida.
Y esto lo saben los pájaros que vuelan durante todo el día y cuando llega la noche retornan a su nido de barro. Y esto lo sabe el hombre que al final de su camino se sumerge en el origen.
Pero en este tiempo de dos márgenes, de ciclos repetidos, no hacemos sino nadar de una a la otra orilla. Y en esta corriente tumultuosa nos expresamos por medio de la sangre, única esperanza vital de lo que realmente disponemos.
Pero, de pronto, el espectador silencioso de su mundo advierte la diferencia entre el árbol, la flor y su cuerpo.
Rompe el silencio con un grito, y por medio de la danza deshace cadenas con la tierra y se transforma en pájaro del día. Y baila con graciosas mudanzas plásticas al son de instrumentos naturales. Se convierte en actor de su mundo, del mundo que él ha creado con su danza.
Y cuando el sol lo alumbra, se siente libre por su vuelo, se remonta hacia acabadas alturas con su canto, y se expresa en lo infinito del espacio.
Pero la procesión de lo humano y el paso de la historia nos han marcado el mismo destino, y cuando llega la noche surge el negro animal de la tragedia y hombres y pájaros volvemos a lo inexorable, juntos en la misma tormenta.
[Poema sin título]
Dos caminos partidos.
Para qué sirve la libertad
si no sabemos elegir.
O mejor dicho no podemos, no queremos.
Están allí ambas, como dos heridas
la Clara y la Yema, y yo,
he perdido la receta.
Abro un diario y dice:
“Pruebe nuestro menú por 800 pesos”.
Pero yo quiero cocinar, no servirme.
No soy un burgués, no quiero serlo,
quiero ser un cocinero con gorro y todo,
y que nadie me diga: ¡Está rica la comida!
Yo quiero descubrirlo.
Para eso soy cocinero.
El hambre me devora, la olla ya está,
falta el prisionero (un cazador con sombrero)
atado al palo, con libertad para desatarse cuando quiera,
para hacer lo que quiera cuando quiera,
para quitarme el hambre cuando yo...
Mi desafío está echado, ahora hagan lo que quieran
yo sabré arreglármelas con lo mío.
No necesito mucho, una pizca de ingenio y 3/4 litros
de oportunidad (que también la puedo comprar)
y un probador donde te desvista y
te desvista, que antes de ser cocinero
estuve en una tienda
y quiero regalarte el cuello que mejor te quede
y no el que te guste más en el espejo.
No es cuestión de estética o de moda,
necesitamos un calzador pues lo que importa es la medida.
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