Soldati Luis Alberto

Luis Alberto Soldati nació en Tucumán el 18 de marzo de 1958 y desapareció, a los 21 años, el 18 de mayo de 1978.

«El 6 de julio de 1976 fue secuestrada en Tucumán Berta María Soldati, hermana de Luis Alberto. Fue vista en el centro clandestino de detención que funcionaba en la Jefatura de Policía de Tucumán, y está desaparecida desde entonces. (Durante ese período el general Bussi ejercía el comando de la Subzona 32, y la jefatura del Área 321 correspondía al teniente coronel Alais.) El 28 de septiembre de 1976 un grupo de civiles armados entró en la casa de la familia Soldati, en Simoca, y se llevó a la rastra a Carlos, hermano de Berta María. Los vecinos vieron cómo el muchacho era subido a un camión del Ejército en el que había más detenidos. Once días después de la detención, Carlos fue dejado en libertad; la noche siguiente allanaron la pensión donde vivía Luis Alberto Soldati, estudiante universitario, en la ciudad de Tucumán. El joven no estaba allí cuando ocurrió el allanamiento y sus padres, aterrorizados por la desaparición de la hija y la detención del hermano de Luis Alberto, resolvieron sacar del país al joven estudiante. En octubre de 1977 Luis Alberto Soldati regresó a la Argentina para cumplir con el servicio militar obligatorio. Además de la candidez del muchacho, ese hecho demuestra la tranquilidad de conciencia que tenía, aun a pesar del terrorismo de Estado. Pero se equivocó. Fue incorporado a la Compañía de Arsenales 5 y el 18 de mayo de 1978, alrededor de las siete de la tarde, salió franco y, según las autoridades militares, no regresó. Lo dieron de baja por desertor y jamás pudo saberse del destino de los hermanos Berta María y Luis Alberto Soldati.» 

[José Luis D’Andrea Mohr] 

Súplica a la hoja
[Poema para su hermana desaparecida en 1976]

Errante hoja 
otoñal
que alfombras veredas
y abonas suelos
estériles,
húrtame pronto
esta poesía,
entíbiala en el seno
de tu savia
moribunda,
ponla en el buzón
del viento
nochero
y dásela a mi hermana
Berta María
que sufre
en la oscuridad
de alguna cárcel,
dormida,
en la incertidumbre
de estas noches despiertas
y temerarias... en las olvidanzas de Dios o de los hombres,
por sembrar
con sus manos
de paloma
centinela
y nubarrón urgente,
eternidad de espigas
en esquinas
olvidadas
de barro y silencio,
por desgajar
en el coraje
de un grito
henchido
de lunas,
la impotencia
de la sangre
y la razón
de las palabras
o por haber cortado 
con la lluvia un jazmín 
en la pradera
y un geranio
en la montaña.

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